MADRID TIENE MADRUGADAS...

http://i35.servimg.com/u/f35/16/95/57/40/th/foto_a10.jpg Son las 4 y media de la madrugada y acompañan mi desvelo una buena taza de café y un cigarrillo rubio. Quizás no sea la forma más sana de comenzar el día, pero oigan, yo soy más de Bogart y menos de Ministerio de Sanidad; además, como sobre mi calavera pesan ya algunos años, quiero seguir ejerciendo mi derecho a vivir mis madrugadas como me dé la rel gana.
Son las 4 y media y mientras va enfriándose el café, pienso en estos momentos mágicos que me regalo con más frecuencia de la que me gustaría últimamente. Decía mi abuela que los viejos duermen poco. A ver si el problema lo voy a tener con mi antiarrugas....
A esta hora empieza a bullirme en la cabeza una sarta de ideas que van y vienen; estoy pensando en una activista de catorce años que se llama Malala y que en estos momentos sigue luchando por su recuperación, contra una bala disparada a su cabeza y dos más a su cuello, por el capricho y la bestialidad de unos talibanes. Y todo, porque a la pobre criatura le dió por pensar, seguro que durante una madrugada también, que a pesar de ser mujer y niña, tenía derecho a una educación, en un país en el que la mujer la única regla que debe aprender es la de llevar el burka en la cabeza.
Pienso en mí y en qué cojones hago yo escribiendo a estas horas y contando cosas que seguramente no importan a nadie, porque no van a leerlas, ni maldita la falta que les hace. Mientras, de fondo, la banda sonora de la M-30. A estas horas, en la madrugada, el fluir de los coches es menor, algo más lento; pero mientras el reloj avanza, avanza también el ritmo y cada coche que pasa bajo mi ventana es una tira de piel que, como latigazos, es arrancada a la madrugada de Madrid. Porque Madrid también tiene madrugadas, como yo. Igual que cielo. Madrid también tiene cielo. Eso lo descubrí hace mucho tiempo. Lástima que a muchos de sus vecinos se les haya olvidado mirar hacia arriba. Pero hagan la prueba y verán qué espectáculo. No vale que me hablen de la contaminación atmosférica, lumínica, etc, etc. Quien tiene madrugadas y las vive, sabe bien de lo que estoy hablando.
Necesito otro café porque (qué sabias mis abuelas), con una rueda no anda un carro, -aplíquese igual a un buen chato de vino-. Y otro cigarrillo, por supuesto. Miro el reloj...cómo corre el hijo de puta... Pronto va a sonar y me recordará que la hora de la terapia se acaba y debo incorporarme a la vida real.
Me decía el otro día un amigo, comentando mis últimos artículos que 'bueno, no estaban mal' pero que eran muy pesimistas y que su muro de facebook estaba lleno de posts en esa misma línea. Yo, amigos de verdad, tengo pocos; pero podrán comprobar que sinceros hasta la médula, a veces rayando en la crueldad, lo cual dicho sea de paso agradezco enormemente. De otra forma, no serían mis amigos.
Llevas razón, pucelano. Son algo pesimistas. Pero, hijo de mi vida, no pretenderás con la que está cayendo que saque mi genio andaluz y te baile unas alegrías; que esto está últimamente más en la línea de la Casa de Bernarda Alba, que en la sainetera de los Álvarez Quintero. Pero este jironcito de madrugada va hoy por tí, amigo. Porque las madrugadas son un balón de oxígeno para afrontar cada día nuevo. En las madrugadas todo es posible; desde un mayo del 68, pasando por una revolución de los claveles, hasta la detención de un desalojo. Las noches son para dormir. Dicen. Pero las madrugadas lo son para soñar. Son los únicos momentos que nadie puede arrebatarnos porque estamos solos, con nosotros mismos y nuestra conciencia. Solos con la vida.
En nuestras madrugadas no hay sirenas ni alarmas, nos reímos de la prima de riesgo, nos cagamos en el FMI, maldecimos a los bancos, deseamos el banquillo a los corruptos y si aguzamos el oído, escuchamos los cantos de ballenas y delfines y el susurro de los castaños y las fuentes del Retiro. Y hasta podemos hablar con dios, que también tiene madrugadas. Y ya sabes, amigo, a qué dios me refiero. A ése que no tiene nombre y tiene muchos, a ése que no entiende de religiones; a ése que siempre está atento y vigilante, porque está en cada uno de nosotros; a ése que siempre intentamos encontrar durante el día y que se presenta en la madrugada, así, sin avisar y sin anestesia.
Va despertando Madrid, lo noto. No es sólo la M-30. Es que ya nos conocemos y le siento. Madrid me regaló una madrugada, la primera nevada en directo de mi vida, un día de Navidad. Menudo regalo. Sólo por eso ya le estoy agradecida eternamente. Me ha regalado madrugadas de lluvia sin paraguas y sin taxis, atravesando la Puerta de Alcalá. Y me regala madrugadas como ésta, en las que me siento dueña de mi vida y mi destino. Madrugadas llenas de esperanza y gratitud, madrugadas de terapia o de escritura, que en mi caso vienen a ser lo mismo. Madrugadas en las que pienso en la suerte que tengo de haber encontrado a los amigos que me rodean. Madrugadas en las que oigo la respiración dulce, tranquila e inocente a mi lado, de la persona a la que amo. Madrugadas de cuadernos con páginas en blanco para poder emborronar. Madrugadas de café y tabaco.
Hoy, amigo, mi madrugada va por tí.

Fotografía: Foto Archivo Memoria Abierta. Héctor Osvaldo Vázquez. "Madrugada del 24 de Marzo de 1976. Plaza de Mayo. Buenos Aires"

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