EL VIAJE


Llevo un buen rato delante de la pantalla de este bicho, que llaman 'portátil'. La pantalla está en blanco. Mi mente, no. Digamos que más que en blanco, anda algo dispersa. Muchas cosas de las que hablar y comentar, muchas que criticar. Pero algo me impide expresarlas por escrito. Hoy hay mucha plancha en este cuartito, que ya les prometí hace días, sería un lugar de refugio, descanso y meditación para que lo hcieran suyo. Pero sólo de pensar que tengo que coger la plancha y poner en orden todo lo que hay por medio, me pone mala; pero mala de los nervios, que diría mi bella Martirio. Ayer domingo, pues eso... descanso dominical. El ordenador en blanco. Ni un post en el blog. La dama de negro de descanso. Y hoy lunes... en fin, pues eso, de lunes. Lunes gris, lluvioso. Desde mi ventana veo la incesante fila de personas guardando su turno para ir a despedirse del maestro ANTOÑETE en la Plaza de Toros de Las Ventas. Que parece que el cielo de Madrid le está llorando todo el día, como si fuera San Isidro. Y vuelvo la vista atrás, y vuelvo a la página anterior del blog, y luego a la siguiente anterior a la anterior. Y vuelvo a recordar las imágenes de la niña atropellada en China, y a Gadafi muerto y ensangrentado y a mi amigo Pepe Bretón con la mirada perdida en no sé qué mundos, en no sé qué infiernos. Y pienso en Simoncelli, en sus 24 años, en su juventud descarada y valiente, polémica, rota en apenas 2 segundos ante la mirada de los que esperábamos cualquier cosa de la carrera de Moto GP ayer domingo, menos lo que sucedió. Y pienso en el volcán de El Hierro y en el terremoto de Turquía de hace unas horas... y creo que también la Tierra nos intenta decir algo. A mí se me remueven las entrañas cada día y creo que a ella también. Y veo documentales como el que les comentaba recientemente, de GIGANTES DEL MAR, y pienso que nada es CASUAL, sino CAUSAL. A lo mejor tampoco es casual que esté aquí 'emborronando' una pantalla en blanco, intentando contar algo interesante, sin hallar nada; intentando alimentar mi ego pensando en cuántas personas lo leerán y si gustará o no, en lugar de recordarme por qué empecé esta aventura. Porque escribir no es sino una forma de vivir; la más maravillosa manera de viajar allá donde nadie más que tú podrá llegar jamás. De viajar al cielo o al infierno. Y que es en realidad por eso, y por nada más, por lo que lo hago. El blanco de la pantalla te invita a trazar una hoja de ruta, con su origen y destino, con paradas para descansar y tomar un refrigerio, para echar un poco de gasolina al motor; para pensar si quieres seguir adelante o es mejor una marcha atrás para empezar de nuevo.
Hoy es uno de esos días: parada técnica, más carbón a la máquina. El destino no es lo importante. Lo mejor es el camino; ir trazándolo día a día. Lo interesante es la incertidumbre de la próxima etapa y el afrontarla con el bagaje que supone haber superado la del día anterior. Pero mejor si el viaje se hace acompañado. Por eso quien escribe lo hace con el anhelo de compartir su viaje con los demás, con el deseo de invitarles a acompañarte a ver el cielo, o a descender contigo a los infiernos, en tu particular odisea. Y si no lo sientes así, ya puedes ir recogiendo la mochila porque tu viaje se habrá quedado en una excursión campestre. Y con el paso del tiempo, recordarás con nostalgia por qué no seguiste adelante, por qué te entró la maldita 'jindama' en el cuerpo, por qué no dijiste aquello que querías decir, por qué te dio miedo bajar al infierno o subir a los cielos, por qué no dijiste a los demás lo que les querías todas las veces que te dió la gana, por qué no hiciste cómplices a los demás en tu aventura... por qué, por qué...
Por hoy les dejo, tengo mucha plancha... y una maleta que hacer.

(Publicado el 24 de octubre de 2011)

Comentarios

  1. José Luis Pabón Ortiz10 de agosto de 2013, 4:41

    Ay, si el cuartito de la plancha hablara.

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