MADRUGADA DE ALMAS
Se fue aproximando hacia él, sin
prisa, sin relojes, en silencio. La cama invitaba a algo más que un descanso.
Expectante, intentando adivinar por
dónde llegaba esa aproximación; oliendo su perfume, su #sexo, la esperaba
sentado en la cama. Los ojos vendados, ciegos a todo lo que no fuera un roce de
sus labios en cualquier parte de su cuerpo. Prohibido usar las manos. Eran
reglas del juego; impuestas por ella, naturalmente. Y él dejándose llevar,
abandonándose a su olfato, su oído, su gusto. Aprendiéndola en cada aroma, cada
susurro, cada beso.
Ella ciega, como él, con los ojos
vendados voluntariamente para respetar las reglas que ella misma ha impuesto,
antes de romperlas a placer y sin que él
pueda hacer nada para impedirlo.
Ella está cerca, la siente
recorrer a gatas la cama para acercarse a su cuello con la boca entreabierta,
#caliente. Cuando su aliento se detiene junto a su oído y le susurra, su cuerpo
sufre una sacudida y su miembro reacciona endureciéndose un poco. Hay aroma a
sándalo en la habitación, jazmines y canela, clavo y azahar. Presiente el roce
de su cuerpo por el calor que recorre su cara y su pecho en este instante. Y
desea agarrarla con sus manos, y tumbarla y… no puede ser. Está prohibido usar
las manos; otra regla… impuesta por ella, naturalmente,
Mientras, ella va recorriendo su
cuello, se detiene en una oreja primero, luego en la otra, introduciendo en
ellas su lengua que mueve despacio para aprender cada rincón de ese laberinto.
Le gusta. Y a él también. Ella ha notado su sacudida y sabe, intuye, qué es lo
que ha venido a continuación. Y empieza a notar la #humedad en ella. Y sentirla
la humedece más aún. A gatas, se va girando buscando su nuca con la boca para
lamerla, besarla, mientras mete su nariz en su pelo, hurgándole, buscando en
sus pensamientos más profundos.
No hay nadie más en el mundo: la
madrugada, el deseo y ellos. Nada más que se interponga, sólo la distancia.
Pero ésa, ya hace tiempo que aprendieron a superarla.
Cada poro de la piel respira y
jadea mientras ella sigue recorriendo su espalda con la lengua y rozándola con
su cuerpo #desnudo. Él siente sus pechos. Sus pezones duros contra su espalda,
mientras su boca le besa los hombros. Está muy a punto ya. Preparado para
embestirla y penetrarla al primer envite. Pero es demasiado pronto para ella. La
conoce. La conoce muy bien y no va a dejar que el juego termine así porque así.
“Déjate llevar, -se dice a sí mismo-, no te queda otra”. Pero su miembro
empieza a estar inquieto. Siente cómo unas gotas de semen asoman por el
extremo, mojando levemente sus piernas cruzadas. Y sabe que ella está igual.
Mientras, ella sigue recorriendo
su columna con su lengua caliente, parándose en cada vértebra, en cada trozo de
cielo que su cuerpo le ofrece. La excita saber que él también lo está, y su
sexo, mojado ya, le provoca vértigo en el estómago. Felina, rodea el cuerpo de
él y se coloca frente a frente mirando sus ojos cubiertos con la venda. Su boca
entreabierta jadea, la llama… aún no. Los pezones de él, pequeños, oscuros,
camuflados entre su vello corporal, asoman delatándose. Obligada visita; ella
los mete en su boca y los acaricia con su lengua una y otra vez, sin prisa,
recreándose. No hay por qué correr…dios!! Su olor a sexo la llama, la atrae
como un imán. Ella destapa sus ojos quitándose su venda. No puede más. Quiere
ver su polla dura, erecta, agitándose entre sus piernas.
Él sigue con los ojos vendados,
ajeno al rompimiento de las reglas por parte de ella. Pero es un invitado y
ella, la maestra de ceremonias, la anfitriona, Poco importa ya que se rompen
las reglas. Ambos las rompieron hace tiempo cuando decidieron regalarse una
sonrisa. Así es que romperlas una vez más, forma parte del cuerpo.
Sus labios recorren su pecho, su
abdomen, deteniéndose en su ombligo, mientras, con suavidad ella le empuja
hacia la cama, tumbándole. Necesita libertad de movimientos. Quiere tenerle en
bandeja, expuesto y dispuesto para ella. Necesita moverse sobre él, rozarle con
su cuerpo, olerle. Su boca hace rato que busca la entrepierna de él. Quiere meter su miembro duro en su boca,
comerlo, lamerlo, chuparlo hasta la extenuación, hasta verlo vaciarse en ella.
En la #madrugada sólo valen los
sentidos. Las palabras se las dijeron hace tiempo. Se las repiten cada día, a
cada instante. Con el ansia de la primera vez, con la sonrisa de la primera
mirada. Como si cada momento fuese el último y cada día, la última oportunidad.
La vida. La propia vida que de una patada te arroja a lo más profundo del
abismo. La vida que te ofrece una escalera al cielo, una madrugada… Y hoy la
vida se ha portado, sí señor. Con un par. Plas, plas. Aplauso de la afición y
hasta la ola si hace falta. Una madrugada sólo para ellos… jazmines y canela…
clavo y azahar… la luna asomándose a escondidas. No es sexo. Al menos, no es lo
único. Son ganas de poseerse mutuamente, de beberse, de fundirse en uno. De
entregar el alma sin condiciones, sin peajes ni pasaportes.
Él la deja hacer. Deja que tenga
la ilusión del mando por unos minutos, mientras nota su respiración caliente
sobre su miembro. Espera el ataque inminente. Pero no. Un quiebro inesperado,
un regate de cintura y siente una descarga eléctrica en los dedos de sus pies.
La boca de ella y su lengua los están chupando con fruición, recorriendo cada
espacio entre ellos; y lo vuelve a llevar al éxtasis. Cada paso hacia lo que
cree que será el culmen, le aleja más de él. No avanza, retrocede. Ella se
encarga de alejarle de la meta, una y otra vez. En vaivén, como el furgón de
cola. Está usando sus manos para apoyarse en él y acariciarle cada una de sus
piernas. Ha roto las reglas, como siempre. Ella las pone y las quita.
Ella va abriéndose camino entre
sus piernas, besándolas, rozándolas apenas con su lengua y mientras, le mira.
Sus ojos vendados aún, su boca entreabierta, su piel erizada como el vello de
sus piernas. Su vientre que se mueve agitado con la respiración. Su #polla dura,
que no para de moverse arriba y abajo, la sigue llamando. Pronto estará con
ella saboreándola, deleitándose como ambas se merecen. Tiene vida propia y la
llama desesperadamente.
Y la madrugada que avanza, paso a
paso, jirón a jirón, extendiendo su manto que resguarda a dos amantes
desesperados por la locura, la entrega y el éxtasis. Dos amantes que luchan
contra los elementos y contra las sombras del día que acechan en los tejados de
la luna.
Ella juega ya con ese mástil
erecto, vigía de la noche, que llora hace rato por tenerla. Su lengua juguetea,
hace círculos, dibuja corazones y palabras, que hacen que su dueño gima de
placer, en voz baja, para no alertar a los fantasmas. Mientras, ella abre su
boca suave y va introduciéndola en su interior mientras su lengua se desliza de
arriba abajo, escribiendo un ‘te quiero’; una letra detrás de otra, el
abecedario entero. Y comprueba que es verdad que tiene vida propia. Siente el
latido de su miembro dentro de su boca, bombeando su esencia, bum bum bum, y
eso la hace enloquecer. Quiere llegar hasta el final y comienza a deslizar su
boca arriba y abajo, cada vez más deprisa, mientras su lengua se desgasta hasta
el infinito por recorrer su miembro. Lo succiona, sabe que está a punto… cada
vez más… mientras sus manos recorren sus piernas, su #pubis, sus ingles… No
puede ver el rostro de él, ahora no. Su pelo enmarañado le tapa la cara, se
enreda en su boca, en el pene erecto y mojado de él, mientras bucea en las
profundidades. Sólo desea seguir allí, vaciarle, sacarle el último aliento de
su vida y beberlo; tenerlo sólo para ella. Cada vez más rápido, cada vez más…
De repente, una sacudida y su
cabeza se ve apartada de allí. Él acaba de romper las reglas y la agarra del
pelo y de la nuca, con cariño pero con firmeza. Ella lo observa, se ha quitado
la venda de los ojos y la mira con deleite y vicio, le sonríe y ella ya sabe…”ha
llegado mi hora”, para decir, y la gata sorprendentemente, mansamente, guarda
sus uñas y arquea su cintura; sabe que terminó su juego y ahora le toca a él
que, con furia controlada, la empuja boca arriba sobre la cama, -una cama que
ya no tiene ni principio ni fin, ni pies, ni almohadas-, y abriéndole las
piernas con sus manos, comienza la búsqueda del tesoro en un lío de labios
mayores, menores, pliegues, leche y humedad que ya chorrea por cada centímetro
de ella. Su boca se hunde buscando algo duro y pequeño que sabe que está ahí y
que es suyo; de nadie más. Él lo encontró, él se lo queda. Así son las cosas.
Ella ya no le aparta, al
contrario, agarra su cabeza, sus orejas y lo mete más adentro aún. Siente su
lengua hurgando cada rincón, llevándola más allá de donde nunca imaginó ir. Y
su pelvis comienza a subir y a bajar de manera involuntaria, lordosis animal y
paroxística, gloria celestial y oscura pasión. Todo y nada a la vez. Billete de
ida, sin fecha de retorno. Y el placer que la llena, la embarga y le hace
perder el conocimiento cuando el amante llega a su clítoris y su lengua lo
posee como un trofeo de guerra. No necesita mucho, su #orgasmo avisa, está
preparado, ha comenzado el ascenso a la plataforma que lo lanzará lejos, muy
lejos de allí. Se abandona ante su dueño, amo y señor. Ya no importa nada
porque está en casa. Y al mirar hacia abajo se encuentra con los ojos de él,
vidriosos de deseo, semicerrados por la penumbra, con las pupilas dilatadas. Y
es entonces cuando ella grita su nombre con los ojos, y le ruega, le suplica,
que se funda con ella y la penetre. Necesita sentir el peso de su cuerpo
mientras la posee y la arrebata, llevándola lejos de allí, donde la tierra ya no
tiene nombre.
En cada embestida le siente más
dentro de ella, y ella se siente más fuera de sí. Su miembro duro la llena
ahora por dentro al completo. Lo siente buscar en su interior un rincón donde
derramarse y ella lucha por dárselo abriéndole sus entrañas y enganchándose con
sus piernas a la cintura de él, en un intento más de fundirse en un solo cuerpo,
en un solo orgasmo.
Y él siente cómo se empieza a
derramar dentro de ella; el calor de su cuerpo, de su aliento, de su vagina, lo
embriaga, mientras la mira y le muerde sus labios y su cuello. De él, para él,
por él, en él, con él, a él, ante él, bajo él, desde él, entre él, hacia él,
hasta, para, sobre, tras él... Arañándose, sudando, jadeando, embistiéndose
mutuamente, a la desesperada, fundiéndose con ella en un solo cuerpo, en un
solo orgasmo.
Y ya no hay ÉL ni ELLA, ni amante
ni amanta, ni dueña ni señor. Ahora hay UNO que se ha encontrado a su otra
mitad fundiéndose con ella. UNO que desafía al tiempo y al espacio. UNO que
reta a la luna, que sigue espiando escondida. UNO que no teme el paso del
tiempo porque ya es pasado, presente y futuro en sí mismo. UNO que navega sin
rumbo, porque ése precisamente es su rumbo: el desconocido, el que no se
programó. UNO que no necesita velas ni timón, porque tiene suficiente con los
ojos del otro. UNO que se abandona al resguardo del otro, arrebujándose en su
alma… Jazmines y canela… Clavo y azahar… y sábanas desparramadas al viento, con
aroma a sándalo y pachulí. Viaje que los lleva al cielo, si es que existe.
Orgasmo sin fin mientras sus bocas jadean.
Y el Universo que aparece en todo
su esplendor para hacerles perder la conciencia, haciéndoles caer en una madrugada de almas, donde ya pueden ver a Dios…
(la fotografía ha sido tomada del banco de imágenes de Google. Desconozco el autor. Si alguien lo sabe, que señale su autoría)
(la fotografía ha sido tomada del banco de imágenes de Google. Desconozco el autor. Si alguien lo sabe, que señale su autoría)
Vaya un calentón de medianoche...
ResponderEliminarO no...
EliminarMADRUGADA DE ALMAS preciso... diría yo, delicada narración de como se debe amar follando.
ResponderEliminarEM
Efectivamente.
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ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarPrecioso pero irreal
ResponderEliminari-rreal como la vida misma. Posiblemente. Eso sólo lo sabe la autora. Permíteme la licencia.
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ResponderEliminarLeí relatos que comienzan con los ojos vendados, como éste, pero tratados con una sensibilidad exquisita, sin traspasar la barrera de lo erótico
ResponderEliminarÉl, un diablo cabroncete
ResponderEliminarCuento para empalmar-duques
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