LA DISTANCIA ES UN JUEGO DE NIÑOS


madrid con lluviaLes hablaba recientemente de mi amiga Fatu, la de Senegal, ¿recuerdan? Bien, pues para reafirmarme sobre lo que decía en aquel artículo, hace pocos dias recibí una sorpresa, de ésas que te dejan con las 'patas colgando'.
Después de unos días en casa de baja, por un 'cuadro vírico' -típico recurso médico- y un ojo a la virulé por culpa de un orzuelo, salí a la calle un domingo para tomar el aire. Antes de seguir, déjenme decirles que lo de frotarse el ojo con una llave hueca para quitarse el orzuelo es mentira; sólo me ha faltado frotarme con el mando a distancia del garaje, vaya.
Pues como les decía, salí a dar un paseo y visitar, de paso, un mercadillo artesano en el que una amiga tenía montado su tenderete de bolsos, broches, diademas, etc, hechos a mano. No es que el día en Madrid fuera muy propicio para salir pero hay que ser solidarios y apoyarnos entre los pequeños, si no ¿qué nos queda?. Y por otra parte, y para serles franca, a mí me gusta más un mercadillo que un chupachup de Kojack con chicle dentro. Y como mi amiga la del tenderete, es además muy buena tía y era su debut público como artesana, pues ¡hala! tós pa Chueca, que también es un aliciente, a apoyarla y meternos luego un vermú de grifo en La Ardosa.
No estuvo mal la visita y tuve la oportunidad de conocer a otras artesanas con cosas muy interesantes, que les comentaré en otros foros más adecuados.
Cuando después de unas tapas y un par de Alhambras decidimos que era hora de pasar al café, la cosa nos pilló en Fuencarral. Como Madrid tiene madrugadas, como ya saben, pues es lógico que también tenga tardes y, aunque domingo frío y lluvioso, la calle estaba de bote en bote. Todos los negocios abiertos (aunque con pocas ventas, puta crisis) y llenos de gente; la Gran Vía, intransitable; el ruido, infernal... pues eso, domingo por la tarde en Madrid.
Después de un café caliente y espumoso y un roller de canela caliente, no pudimos evitar la tentación de 'ver trapos'; personalmente, además, no evité la tentación de marcharme a casa con un par de cosillas, así, como una 'fashion victim' y encima sin posibles. Patético lo mío.
Pues iba yo tan feliz con mi bolsa de compras, cuando empezó a sonar el móvil. Entre la bolsa, el bolso, el paraguas abierto porque llovía, y el cigarrito de los cojones... llamada perdida al buzón. Compruebo la llamada, para devolverla, y veo un número extrañísimo y larguísimo. Llamada internacional con un prefijo de un país que desconozco. En esto, vuelve a sonar el teléfono y esta vez sí, respondo. Y es entonces cuando, como les decía, me quedo con 'las patas colgando'. Es Fatu, mi amiga Fátima, la de Senegal. Me llama con su móvil desde allí, donde ahora pasa una temporada con su familia. Y a mí se me queda una cara de gilipollas que ni les cuento. Fatu ríe por teléfono, me pregunta por la familia, por la 'máma', por mi marido, por todos; llama sólo para ver cómo estoy y ríe. "Voy a pasarte a mi marido, espera", me dice, y yo sonrío pensando qué cojones querrá decirme este tío que no me conoce. Nada, sólo quiere decirme hola; "hola, mí bien, mí no español", balbucea. 'Pabernos matao' que digo yo siempre. Y entonces servidora, 'toa chula', pretende echar al pobre marido de Fatu un discurso occidental sobre la poligamia y el Islam, con mi frigorífico repleto y de compras por Madrid, capital del Reino. Pero en un ataque inusual de sensatez pienso que mejor me doy un puntito en la boca, que estoy más guapa. Entonces, lo único que soy capaz de articular es un "encantada de conocerte y de hablar contigo y cuídame a mi Fatu, que es mi amiga y la quiero, y es la negra más guapa del mundo mundial" mientras oigo de fondo la risa de Fatu, sus carcajadas; y su marido de nuevo "mí bien, gracias". Uséase, que la Fatu anda 'toa descojoná' porque su marido no tiene puñetera idea de lo que le estoy diciendo. Y yo pegando voces en mitad de Fuencarral, como si el marido de Fatu en lugar de senegalés fuera sordo. La suerte de vivir en Madrid es que, por mucho que hagas el ganso, nadie se extraña y nadie te mira. Así es que cuando quise darme cuenta, estábamos todos riendo como imbéciles. Fatu es la caña. Cuando le digo que traduzca a su marido lo que le he dicho, vuelve a reír y yo imagino sus dientes blancos en su boca negra, y su voz negra en su alma blanca.
Yo no había tenido tiempo de llamar a Fatu desde que regresé de las vacaciones; ni siquiera tuve tiempo de llamarla ni una sola vez en todo el año anterior. Ella, en Senegal, y con menos posibles que decimos, sí ha tenido tiempo de coger su móvil y llamar a España para ver cómo estoy y alegrarme la tarde de un domingo cualquiera.
Fatu es una mujer valiente en un mundo cobarde, lleno de 14-N, de desahucios, de corrupción, de guerras. Y yo soy una mierda que no merece tener amigas como ella. Quizás no sea yo tan mujer como creía. Pero como me decía mi amigo y poeta Pako Punk, en un regalo en forma de poema que me dedicó recientemente, cuando hay vínculos, la distancia entre nuestras manos y el resto del mundo, es un juego de niños. Bendito juego.


Foto tomada de http://www.lauragarrido.com/tag/wordpress/


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